Lo que escribo está probablemente influenciado por varias circunstancias actuales: nuestra reciente llegada al país, el pésimo manejo de la pandemia y la vacunación, la coyuntura electoral, la atención en un servicio público.
En fin, ser ecuatoriano no es para cualquiera.
Escribo este post mientras espero ̶i̶m̶pacientemente ser atendido en la oficina del Registro Civil. Vine a registrar a mi hija para que tenga su nacionalidad ecuatoriana. Ella, por ser hija de ecuatoriano tiene derecho a la nacionalidad.

Espero y me pregunto: ¿Para qué querría que mi hija sea ecuatoriana? ¿Qué hay de bueno en ser ecuatoriano? ¿Qué es ser ecuatoriano?
La respuesta a la primera pregunta podría ser que eso le facilitaría la vida, ya que aquí vive. Pero, busco otro tipo de respuesta. En serio quiero saber qué tiene de bueno ser ecuatoriano, aquí o en otro lugar.
Pienso en las cosas que he vivido y recuerdo que hace 9 años tuve mi mayor choque cultural. Me fui a estudiar fuera del país, y una de las principales preguntas que recibía es «¿dónde queda Ecuador?».
Era ciertamente un choque darme cuenta que ese mundo en el que viví era minúsculo: del tamaño del Ecuador. Con el tiempo me acostumbré a que la gente no supiera, y cuando explicaba, les hablaba de un país pequeño con mucha variedad de climas, culturas y personas, rico pero pobre.
También durante el tiempo que viví fuera del Ecuador me cuestioné sobre lo que significa ser ecuatoriano: aparte de una referencia geográfica, o haber nacido todos dentro de una frontera, ¿qué más tenemos en común los ecuatorianos?
Aún busco la respuesta.
Mi hija nació en Portugal, pero por esas razones lejanas a las personas comunes, no recibió la nacionalidad portuguesa. Eso sí, tendré mucho gusto en contarle a mi hija que nació en un país con vino dulce, música triste, hermosa arquitectura clásica, y abundante comida de mar.
Vivíamos en un lugar bonito, cómodo y seguro. Pero nos faltaba algo. Ser migrantes es complicado.
Cuando vinimos al Ecuador, no lo hicimos pensando en que llegará a un país con trámites largos, corrupción y un serio problema para decir la verdad y aceptar errores.
Vinimos para que mi hija juegue junto a sus abuelos y su primo, sea consentida de sus tíos, y coma la comida que preparara su abuelita. Que participe de las fiestas en familia. Que se sienta acogida.
Y tal vez de eso se trata formar parte de un país: formar parte de una comunidad a la que puedes aportar y de la que te puedes beneficiar.
El país al que pertenece mi hija no necesariamente es este con instituciones débiles y personas indisciplinadas. El país que quiero para mi hija es uno que la reciba con cariño, como a una hija, que le pueda dar un idioma, unas historias, y un lugar para que ella lo vuelva mejor.
Deseo para mi hija unas raíces de las que pueda nutrirse, y una libertad para que pueda escoger su destino.