Ser papá migrante – Parte 4 – Sebastián y Rebeca

Junto con mi hija de cuatro años y mi esposa viajamos ya hace dos años hacia Alemania, para poder continuar con mis estudios universitarios de cuarto nivel. A pesar de tener plazas de trabajo fijas, nuestra mascota, amigos, y familiares en nuestro país, decidimos viajar a este nuevo lugar, con climas fríos, personas más distantes y un tanto frías, y un idioma igual a su gente.

Mi hija preguntando por sus amigos de la guardería, abuelos, primos, la mirada de mi esposa preguntándose a sí misma ¿y ahora qué? ya que su rutina ahora es en casa, al estar acostumbrada a un ritmo de ciudad y trabajo, te hacen cuestionar si en realidad el sueño platónico de estudiar en una de las mejores universidades del mundo vale la pena.

¿Lo vale? Educación inicial de calidad gratis, bonificaciones económicas para los niños, oportunidad de estudiar o trabajar sin restricción para mi esposa, becas por parte del estado para poder introducirse en la cultura, un gran mercado tecnológico laboral, son factores que hacen que cada vez nos cueste más querer dejar este país.

Pero ningún beneficio social que un país de primer mundo pueda ofrecer, no se compara con la sonrisa de mi hija al jugar con sus nuevos amigos del kita (jardín infantil en alemán) hablando fluidamente en un idioma aún complicado para mi. Ver terminar a mi esposa su “integration curse” y ver el sin fin de puertas que se puedan abrir para trabajo o estudio para ella, mejoran nuestra estadía en Alemania día a día.

Luego de ver los efectos del COVID, en nuestro país, estamos más que seguros que Dios nos permitió salir a tiempo para poder sostener a nuestras familias extendidas desde acá.

Nuestra experiencia Alemana aún continúa, y si bien los miedo e incertidumbre me visitan esporádicamente, nos sostiene la confianza de que este tiempo nos unirá más como familia. “¡Quemar las naves!” ese es nuestro lema familiar.

Sebastián y Rebeca son papás de Talitha. Viven en Aachen, Alemania desde 2018.